La amortización es uno de los conceptos más importantes tanto para las empresas, sean del tamaño que sean, como para los autónomos. El concepto tiene relación directa con los bienes de la empresa, de ahí su importancia. Existen dos maneras de analizar la amortización de un bien: contable y fiscal, y cada una tiene sus particularidades. En este post analizaremos la amortización fiscal y contable para que queden claras las diferencias.
La amortización tiene que ver con los bienes que adquiere una empresa, con el fin de que los trabajadores puedan desempeñar su función. Puede ser el caso, por ejemplo, de una máquina industrial o de un ordenador.
Estos bienes son activos fijos de la empresa y van perdiendo valor con el paso del tiempo debido al desgaste, lo que se denomina “depreciación”. A nivel contable y fiscal, esto se conoce como la amortización, y tiene un impacto directo en la rentabilidad de la empresa y en algunas obligaciones, como en la declaración de la renta.
Debido a que estos bienes, por lo general, se utilizan durante más tiempo del que dura un ejercicio contable (un año), la empresa debe regularizar estos bienes, lo que se hace a través de las amortizaciones.
Existe una consecuencia del desgaste de un bien en una empresa, pues contribuye a la generación de ingresos. No obstante, cuando se contabilizan estos activos de cara a la renta, existen diferencias entre los criterios contables y fiscales, que pueden acabar provocando desajustes. De ahí que exista la amortización fiscal y contable, y haya que saber qué caracteriza a cada una y cómo se diferencian.
La amortización contable pretende mostrar cómo ha contribuido un activo fijo a generar ingresos en la empresa. Por ello, se incorpora el activo como un gasto de ejercicio a la cuenta de pérdidas y ganancias. La diferencia que tiene con otros gastos es que no supone salida de efectivo, por lo que se utiliza para mostrar cuál es el efecto del paso del tiempo sobre el activo.
En este caso, también hay que tener en cuenta la llamada obsolescencia técnica o comercial, que es la depreciación natural de los artículos, aunque no se use o no se les dé una salida. Si te compras un ordenador, pero no lo usas, sigue perdiendo valor. Por lo tanto, lo mejor es distribuir este deterioro progresivo de determinados activos a lo largo de los años.
La amortización fiscal muestra qué gasto por amortización se puede deducir dentro de la cuenta de resultados de una empresa. Para conocer la amortización fiscal, es necesario haber calculado la amortización contable, ya que por lo general no es posible deducir gastos de amortización si estos no pasan por la cuenta de pérdidas y ganancias.
La ley da una serie de tablas a las empresas, con coeficientes lineales y períodos de amortización máximos en función de la actividad de la empresa. Y para casos de una amortización superior a lo fiscalmente deducible, se desgrava hasta el límite que marcan las tablas y se va retrasando el resto para los años siguientes.
Es clave que tanto empresas como autónomos tengan claros estos dos conceptos, ya que, aunque puede parecer que una amortización fiscal y contable son lo mismo, ya has visto que las diferencias son importantes. En cualquier caso, si tienes dudas sobre estos dos conceptos, consulta con tu asesor fiscal para resolverlas.