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La importancia de la dieta en la obesidad

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La obesidad es una enfermedad multifactorial causada tanto por factores genéticos como por nuestros hábitos de vida. Esta supone un gran problema para la salud y está asociada a múltiples enfermedades como la diabetes, los accidentes cerebrovasculares o los problemas cardiovasculares, es por eso que muchas veces es necesaria una dieta para la obesidad para prevenir dichas enfermedades.

La grasa es la forma que tiene nuestro cuerpo de almacenar la energía que nos sobra, pero cuando hay un exceso la función de los órganos empieza a verse perjudicada. El primero en verse afectado es el propio tejido adiposo, que tiene que ensancharse como si fuera un globo. Pero no lo es y este crecimiento excesivo de las células del tejido adiposo inducen un estrés celular y una inflamación crónica del tejido. De este modo, comienza a intentar eliminar a la sangre el exceso de grasa acumulada. Estas grasas se almacenarán en otros tejidos como el hígado, produciendo hígado graso, el músculo y las arterias, dando lugar a la aterosclerosis. 

La obesidad es un problema de salud global, se trata de una pandemia sin precedentes. En la actualidad, en España hay casi un 15% de niños con sobrepeso. En definitiva, no es un problema estético, es un problema de salud real y como tal hay que tratarlo y prevenirlo.

 

¿Cómo se cataloga la obesidad?

El índice de masa corporal (IMC) es un número que se usa para medir el grado de obesidad de un individuo.

Es una relación entre nuestro peso y nuestra altura y se calcula dividiendo los kilos de peso por el cuadrado de la estatura en metros (IMC = peso [kg]/ estatura [m2]). Así, cuando el IMC es mayor a 25 se considera que esa persona tiene sobrepeso y si es mayor a 30 se considera obesidad. De 30 a 35 se considera obesidad tipo I, de 35 a 40 se considera de tipo II o severa y más de 40 se considera de tipo III o extrema. Por otro lado, si el IMC está por debajo de 18,5 se considera bajo peso.

El IMC nos da una idea de la cantidad de grasa corporal que almacena un individuo se considera que alguien es obeso cuando más de un 25% de su masa corporal es grasa en el caso de los hombres o 33%en el caso de mujeres. Aunque el IMC es una estimación de esa grasa, no es un parámetro infalible y tiene algunas limitaciones.

No todos tenemos la misma densidad ósea y cuánto pesan nuestros huesos va a afectar a nuestro IMC. Por otro lado, el músculo pesa más que la grasa, por lo que personas muy musculosas pueden llegar a tener un IMC más alto de lo normal sin que ello signifique que sean obesas o tengan sobrepeso. Así, el IMC es un mal indicador en sujetos de baja estatura, edad avanzada, musculados, con retención hidrosalina o mujeres embarazadas.

Por eso, junto con el IMC se suele analizar la circunferencia de la cintura, uno de los lugares donde más grasa se acumula y que se ha asociado con los efectos nocivos del exceso de grasa. 

Hoy en día gracias a la investigación y a las sofisticadas técnicas de imagen, sabemos que no solo es importante la cantidad de grasa que almacenamos, sino también dónde la almacenamos. Mientras la grasa visceral está asociada con todos los efectos nocivos de la obesidad, la grasa subcutánea parece que produce muchos menos efectos secundarios. Así en la grasa no es solo importante la cantidad sino la calidad, aunque todavía sabemos muy poco de los parámetros que determinan esa calidad.

Dentro de la obesidad podemos hacer dos grandes distinciones a raíz de la distribución de la grasa, la obesidad androide y la obesidad ginecoide. 

  • La obesidad androide , más común en hombres, es la acumulación de grasa en la zona central del cuerpo, es decir, abdomen, vientre y brazos . Al estar ubicada en la zona central, este tipo de obesidad puede aumentar el riesgo de sufrir enfermedades como la diabetes, problemas cardiovasculares y dislipemias
  • Por otra parte, la obesidad ginecoide, más común en mujeres, es la acumulación de grasa en caderas y glúteos.
  • Además, también podemos encontrar la obesidad sarcopénica, que es el aumento de la masa grasa en contraste con la disminución de la masa magra, disminuyendo la fuerza muscular.

Enfermedades asociadas a la obesidad

La diabetes, la  hipertensión y las enfermedades cardiovasculares (cardiomiopatía del obeso, ateroesclerosis, arritmias, infartos, ictus) se han asociado desde hace mucho tiempo a la obesidad. 

Con el aumento del número de personas obesas cada vez hay más comorbilidades asociadas a la obesidad: varios tipos de cáncer, como el de colon, mama, endometrio, páncreas, hígado, riñón, etc. La enfermedad de hígado graso y los problemas articulares también están muy asociados al exceso de peso.

Con la obesidad suelen aparecer además alteraciones en la glucosa sanguínea o glucemia que hacen que el exceso de glucosa se deposite en lugares inadecuados produciendo problemas oculares o de riñón. Además de todas estas enfermedades, cada vez hay más evidencias de que la obesidad se podría asociar a enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer y la demencia. 

En definitiva, la obesidad produce un desgaste crónico y constante de todos nuestros órganos lo cual desencadena en la aparición de un abanico interminable de enfermedades secundarias. La aparición de cada una de ellas en cada individuo depende de numerosos condicionantes, tanto genéticos como de estilo de vida, lo que hace muy difícil la prevención de las mismas si no se elimina la causa principal, la propia obesidad. 

Dieta para la obesidad

La dieta es una pieza clave en el desarrollo de la obesidad y de las enfermedades secundarias. Los datos epidemiológicos indican además que una mala dieta puede llegar a producir enfermedades secundarias en individuos que no son obesos por lo que es muy importante evitar en lo posible el consumo de azúcares libres y de grasas saturadas y reducir el de carnes rojas.

Una persona obesa debe cambiar tanto su alimentación como sus hábitos de vida. Hay que intentar que este cambio sea estructural y mantenido en el tiempo.

Cambios radicales con el fin de perder unos kilos no suelen funcionar porque no se pueden mantener en el tiempo. Por tanto, lo primero que hay que hacer es diseñar una dieta que aunque no ayude a perder peso de manera rápida, sí se pueda convertir en la habitual del día a día del paciente. 

  • Hay que ser consciente de que en una persona obesa los mecanismos que controlan el hambre están alterados, por lo que la mayoría de las personas con obesidad tienen mucha hambre. Por tanto, hay que intentar que su comida sea rica en fibra y baja en calorías. También es conveniente que el paciente sea consciente de lo que come cada día. Para ello es bueno que, sin obsesionarse, lo apunte y que pueda evidenciar y controlar su ingesta.
  • Es esencial evitar los productos ultraprocesados, los dulces, los zumos y bebidas azucaradas. La alimentación debe estar basada en gran medida en frutas y verduras, incluir además cereales integrales, lácteos bajos en grasa, pescado, legumbres y frutos secos. 
  • La dieta debe basarse en frutas y verduras y acompañarla de cereales integrales, lácteos bajos en grasa, pescado, legumbres y frutos secos. Eliminar de manera drástica las bebidas azucaradas, los dulces, las comidas procesadas y el consumo de alcohol.
  • Planifica las comidas con antelación. Dentro de la planificación semanal, distribuye tus comidas en cinco ingestas diarias para evitar picar entre horas.
  • Cocina con procedimientos bajos en grasa como el horno, la plancha, el vapor o al papillote. 
  • Bebe al menos entre 1,5 o 2 litros de agua para depurar el organismo. 

A estos nuevos hábitos alimentarios hay que añadir cambios en el estilo de vida del paciente. Es evidente que a un paciente muy obeso no se le puede indicar un ejercicio intenso. Hay que intentar adaptar el ejercicio al paciente, empezando por un ejercicio moderado e ir aumentando a medida que el paciente pierda peso y con ello aumente su capacidad para realizar ejercicio. 

Tratamientos para la obesidad

El mejor tratamiento para la obesidad a día de hoy es cambiar nuestra alimentación haciéndola más saludable y aumentar el ejercicio físico diario. 

Aunque se está investigando muchísimo para intentar evitar el círculo vicioso de la obesidad (a mayor obesidad, más hambre y nuestro organismo intenta conservar el peso reduciendo nuestro metabolismo basal), hasta el momento, el único medicamento en el mercado que ha demostrado tener unos efectos moderados para ayudar a eliminar peso ha sido un inhibidor de la lipasa intestinal (el Orlistat o Xenical).

Este inhibidor actual bloqueando esta enzima en nuestro intestino lo que hará que no digerimos de manera adecuada las grasas que comemos y con ello las absorbemos en menor medida y las eliminaremos. Sin embargo, su efecto es moderado: este medicamento aumenta la pérdida de peso en un 5% durante un año si, y esto es esencial, se combina con dieta y ejercicio físico. 

La obesidad es un problema de salud a nivel mundial. Se necesita una mayor concienciación para mejorar el estilo de vida de la población y promocionar una alimentación saludable y el ejercicio físico. Hay que desterrar el mito de que el obeso es porque quiere, como en cualquier otra enfermedad, hay muchos factores que pueden ser responsables de su aparición, tanto de estilos de vida como genéticos, es por eso que te recomendamos acudir a un endocrino para diagnosticar el tuyo. Este profesional te puede ayudar a controlar, tratar y hacer un seguimiento adecuado, incluyendo una dieta para la obesidad.

Author

Guadalupe Sabio Buzo

DVM,  PhD

Investigadora Principal en el CNIC

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