Febrícula, ¿debo preocuparme?

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Febrícula

Aunque tal vez no sea un término muy conocido, la palabra febrícula puede generar cierta inquietud porque se relaciona con determinadas infecciones y virus. Además, a menudo es complicado distinguir entre fiebre y febrícula, preguntándonos por qué el médico la denomina de una manera y no de otra.

En este artículo explicaremos qué es febrícula, cuál es la diferencia cuando se presenta en niños o adultos y si es necesario solicitar asistencia sanitaria cuando esta febrícula es persistente.

¿Qué es la febrícula?

La febrícula es un aumento de la temperatura del cuerpo por encima de los 37º C, pero sin llegar a superar los 38, siempre que la temperatura se tome en la axila.

No obstante, y teniendo en cuenta que la temperatura corporal normal de una persona puede variar unas décimas respecto a otra, podemos decir que es febrícula cuando se tiene una temperatura un poco más alta de lo habitual sin llegar a superarla en un grado, porque en ese caso estaríamos hablando ya de fiebre.

En realidad, esta elevación de la temperatura es un mecanismo de defensa para luchar contra ciertos ataques que sufre el organismo. Pueden producir febrícula causas como una infección debido a un virus o una bacteria, cuando se tiene un nivel bajo de defensas o incluso cuando se sufre de estrés.

Diferencias entre fiebre y febrícula

Además de la diferencia de temperatura, para distinguir entre fiebre y febrícula se tiene en cuenta la duración de esta última. Si durante un período de al menos 24 horas la temperatura no ha superado los 38 grados, se trata de febrícula, mientras que si se sobrepasan estos niveles hablamos ya de fiebre.

En el caso de la fiebre, pueden aparecer otros síntomas como sudor, cansancio o respiración acelerada. Si es muy alta también pueden manifestarse dolores de cabeza, náuseas o deshidratación.

Febrícula en niños

La febrícula en niños es bastante habitual, sobre todo porque aún no tienen el sistema inmunitario bien desarrollado. Por ejemplo, cuando empiezan a salir los dientes es normal que tengan algunas décimas.

En caso de que se trate de un niño sano que no tenga ninguna patología previa, si la febrícula no dura más de un día no hay por qué preocuparse demasiado. Solo hay que vigilar que no se repita con frecuencia y que no se produzcan picos de aumento de temperatura.

Un baño con agua templada y beber bastante líquido para contrarrestar la deshidratación son los tratamientos habituales para aliviar la febrícula en niños. Si la temperatura aumenta, se puede recurrir a algún fármaco específico para los pequeños.

Febrícula en adultos

En el caso de los adultos es menos frecuente, pero también pueden presentar episodios de febrícula. Causas como una infección, haberse puesto una vacuna o la exposición a altas temperaturas pueden producir febrícula en adultos.

Lo habitual es no prestar atención a esta situación, llegando incluso a pasar desapercibida la mayor parte de las veces. Aunque es necesario hacer un seguimiento si se detecta, para evitar que tenga una duración superior a 24 horas.

En caso de que haya una febrícula persistente se puede tomar algún tipo de antipirético, como paracetamol o ibuprofeno, y si hay síntomas de deshidratación beber bastante líquido, como agua o zumo de fruta para que el organismo mejore sus defensas. En estas situación, es recomendable acudir al médico para que valore qué medicación debe tomar el paci

¿Es grave la febrícula?

Respondiendo a la pregunta de cabecera, siempre que en la febrícula los valores se mantengan estables y no duren más que unas horas, no hay por qué preocuparse. Si el proceso febril aumenta o la febrícula es persistente sí que se debe mantener una vigilancia y consultar al médico para que determine las causas y aplique un tratamiento. No conviene alarmarse demasiado, ya que el aumento de temperatura es un mecanismo de defensa del cuerpo, aunque siempre es importante tener precaución.

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