En la vida no hay dos caminos, uno llano y otro rocoso, porque si nos dieran a elegir está claro por cuál tiraríamos todos. Aunque no lo parezca y con frecuencia pensemos que el vecino tiene más suerte que nosotros y se va de rositas, hay un solo recorrido, con sus curvas y sus baches. Ahí está la habilidad de cada uno para tomarlas bien y sortearlos de la mejor manera, no hay otra. Si la ruta se complica más y más, hay que parar y pedir ayuda, agarrarse y retomar fuerzas, para salvar el obstáculo y seguir adelante. Cualquier herida cicatriza y cura, y para superar el dolor solo cabe padecerlo. Por tanto, en una situación de duelo tan desgarradora que nos paraliza, bajo la presión del mundo que se nos viene encima, debemos elegir cómo vivir el momento. Y los grupos de duelo son una gran propuesta que acompañan en este tramo del trayecto, justo cuando vienen mal dadas.
La muerte de un familiar
Una de las causas que nos llevan a la desesperación es la muerte de un familiar, sobre todo cuando llega precedida de un largo episodio de enfermedad crónica o degenerativa. Aunque muchos crean que los familiares y amigos tienen ese tiempo para hacerse a la idea de una consecuencia lógica, no es así. La impotencia ante el sufrimiento de una muerte anunciada que se va acercando despacio añade si cabe mayor desolación al círculo más próximo. Por este motivo, los grupos de duelo también atienden en otras situaciones graves que uno solo no sabe reconducir, y no únicamente tras el fallecimiento.
Compartir una realidad
De nuevo la empatía. Y no es que el concepto esté de moda, es que sentir que otra persona está pasando por la misma situación que nosotros nos da paz, nos aporta comprensión y nos desahoga. Compartir el dolor es la mejor válvula de escape, una auténtica descarga de sufrimiento. Por supuesto, hay que querer asistir de forma voluntaria, hablar y ser escuchado. Son citas semanales, guiadas por profesionales formados en este ámbito, y con la asistencia de personas en una misma realidad. En otros casos, los tutores de los grupos de duelo no son terapeutas sino ex pacientes que atravesaron su crisis de dolor y ahora asisten a otras personas necesitadas. Es un eficaz espacio de ayuda y apoyo para compartir experiencias y encontrar otras maneras de aliviar el dolor.
Expresión del dolor
Con frecuencia nos da vergüenza mostrar en público el dolor, parte de una cultura que nos lleva a ser celosos de la intimidad, a ocultar sentimientos y ser discretos en el duelo. Esta forma de actuar bloquea el proceso natural de la tristeza, que debe salir para entender la situación que estamos pasando. Compartir la pena en el grupo de duelo disminuye el sentimiento de soledad e incomprensión, nos identifica con otras personas a la hora de expresar de forma libre nuestro pesar y pensamientos. Sabemos de antemano que contamos con su complicidad, sin prejuicios que nos ponen en guardia y despiertan la negatividad.
Experiencia de pérdida
Sin apenas darnos cuenta, el grupo de duelo nos lleva de la mano, nos levanta tras la caída al promover sentimientos de autoestima y normalización. En realidad, la muerte de un familiar ocurre a diario; de hecho, nos ocurre a todos a lo largo de nuestra vida. Reconocernos en otras experiencias de vida como el que se mira en un espejo ayuda a volver a empezar, a reemprender la marcha que dejamos atrás y en el mismo punto. Eso sí, con ánimos renovados, que de eso se trata. La vulnerabilidad que sentíamos, hipersensibles al mínimo roce, será un recuerdo lejano. Es común que la persona en situación de duelo rechace a familiares cercanos y amigos para no herirles con su actitud, y encuentre apoyo en desconocidos. Por otro lado, cada uno lleva su ritmo de superación y es preciso respetar la evolución personal, así como desplegar sensibilidad en el trato, sin emitir juicios de valor estrictos u opiniones aleccionadoras que pueden echar abajo el proceso.
Espacio privado
En los programas de grupos de duelo se tienen en cuenta las necesidades personales, según el tipo de pérdida, el tiempo transcurrido desde el inicio del duelo y otros aspectos de riesgo. Asimismo esta comunidad contempla normas estrictas referentes a la privacidad, la confidencialidad y el respeto. Estas pautas permiten que el espacio de apoyo sea seguro y efectivo. En algunos momentos, puede darse la excepción de trabajo individualizado si el caso lo requiere o en la etapa inicial, para luego pasar a la fase de grupo. Por supuesto, es el propio paciente el que accede voluntariamente en una u otra situación, ya que debe estar receptivo y dejarse ayudar para obtener el resultado deseado.
Levantarse reforzado
Asumir la muerte como lo más natural del mundo es fácil de decir cuando ya la has superado o no te toca de cerca, y una pesadilla cuando llega. Desde luego, hay que pasarlo, porque es inevitable y hay que seguir. Y si el camino se tuerce tanto, tanto, nada de bajar los brazos y quedarse solo en la cuneta. Si nos sentimos perdidos, siempre hay magníficos compañeros de viaje, buenos guías que conocen la ruta con los ojos cerrados. Y es que algunos han hecho el camino varias veces.