Caronte, el barquero de la otra orilla
El paso a la otra vida ha fascinado a los hombres de todas las sociedades y culturas desde más allá de los tiempos. La mitología griega creó figuras como la de Caronte para explicar que ocurría cuando una persona fallecía y cómo su alma conseguía pasar al otro mundo. Pese al paso de los siglos, y a pesar de que las creencias religiosas han evolucionado mucho, esta figura sigue siendo todavía un personaje mitológico de referencia, cuya representación forma parte de muchas obras de arte.
¿Quién era Caronte?
Caronte era el barquero de Hades, a cuyo reino se dirigían los espíritus después de fallecer. Se le representaba como una figura gruñona y desagradable, cuya misión era guiar a los recién fallecidos al otro lado del río Aqueronte para su descanso eterno en el Averno. Esto significaba tener que cruzar la laguna Estigia y entrar, por fin, en el reino de los espíritus de Hades. Y no todo el mundo podía hacerlo.
Para hacer este viaje tenían que pagar una moneda, y si no la tenían vagaban 100 años por la ribera del río hasta poder pasar. De hecho, los muertos se enterraban con una moneda para que pudieran hacer este pago.
Hijo de Érebo (la representación de la oscuridad en la mitología griega) y Nix (que simbolizaba la noche), Caronte era uno de los grandes representantes del inframundo de la mitología griega. El papel importante que le otorgaba la mitología hizo que su representación estuviera presente en numerosas obras de arte.
Las representaciones de Caronte
La imagen de Caronte aparece en numerosos jarrones funerarios de la Antigua Grecia, en cuyas escenas se le representa como el marinero que acoge a los muertos en su barca con un palo en la mano.
Caronte llegó a ocupar un papel tan importante en la mitología griega que, incluso, aparece en una de las obras de Virgilio, el poeta romano del siglo I antes de Cristo que cantó el viaje de Eneas al mundo de los muertos y su retorno al de los vivos.
Es precisamente en la mitología griega donde podemos encontrar gran parte del simbolismo presente hoy en día en nuestra cultura funeraria, como por ejemplo, la costumbre de vestir los cementerios con cipreses.